“Y en cuanto a las jugadas a hacer durante el partido… serán las que salgan de la suma de tres cosas: la casualidad que las haga salir, el adversario que permita que salgan y el jugador nuestro que sea capaz de pegarle a la pelota de forma que aproveche lo que se presenta en una décima de segundo…”. Quien escribe es Dante Panzeri y quien habla es él mismo en boca de un hipotético entrenador ideal. Su argumento es que nada puede ser previsto hasta el último detalle (“dinámica de lo impensado”), porque los últimos detalles pertenecen al juego y ahí no mandan los directores técnicos, si acaso los jugadores y no todos ni todo el rato. Cuánta razón tenía el maestro. Lo que evitó el gol en el intensísimo partido entre el Real Madrid y la Real Sociedad fue el incumplimiento de uno o varios de los requisitos que nos planteaba Panzeri. En primer lugar, faltó la casualidad, condición básica. Esa pizca de fortuna necesaria para que un rebote te guiñe un ojo o para que un tiro se envenene. A continuación se interpuso el adversario, que en el caso del Madrid fue una Real estupenda en la salud y dignísima en la enfermedad (léase lesiones).
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