No está claro si con los años el gusto por el fútbol se hace más selectivo o la capacidad de concentración disminuye, o se da otra importancia al tiempo (a perderlo), o el sueño nos vence más fácilmente; el caso es que, a una cierta edad, proliferan los partidos que piden mucho y ofrecen poco. Esa sensación dejó el Real Madrid-Espanyol, anodino durante la segunda parte —almuerzo y digestión—, carente de emoción por la pura incapacidad del visitante, sin más argumentos que Joselu y Darder, dos contra once si no me fallan las cuentas. 

Lo que empezó con susto, gol de Joselu a los ocho minutos, terminó con una placidez inaudita, tanta que durante los últimos 50 minutos nadie pudo imaginar una sorpresa por mínima que fuera, el Espanyol menos que nadie. No hubo historia después del cabezazo de Militao que puso por delante al Madrid (39’); juraría por cierto, que el brasileño impactó la pelota casi a la altura del larguero, consecuencia de una exuberancia tarzanesca que le permite volar sin lianas. No hay nada imposible a los 25 años, según creo recordar. Ahora mismo, lo único que se le puede criticar a Militao es el corte de pelo, sin descartar que se ponga de moda y todos acabemos por raparnos los parietales con las iniciales rastrilladas en un lateral. Dicho lo cual, no hay mejor central en el horizonte.