Más que una remontada, fue un milagro. Todo estaba en contra, también los árbitros, hostiles como si fueran de una tribu enemiga. Punter cosía a triples al Real Madrid y Tavares no podía disimular su agotamiento. No hacían falta mayores indagaciones: si su estrella funciona y la tuya jadea, sueles perder, habrá estadísticas al respecto.
Atascado el juego interior, tampoco había tiradores al rescate, todos tímidos o bien defendidos. en este sentido, exaspera la aflicción de Musa, esa gestualidad de amante recién abandonado; admito que resulta menos exasperante cuando se observa su producción ofensiva. Faltaba el coraje que aporta Deck, tortuga revolucionaria. Faltaban los kilos de Yabusele, afamado judoka. O la altura mareante y a veces mareada de Poirier. Solo había un brote verde, una de esas hierbas que crecen en mitad del asfalto. Me refiero a la defensa del joven Ndiaye (19 años) sobre LeDay (25 puntos en cuarto partido, nueve esta vez). Hay ocasiones, muy pocas, en las que un actor secundario, mejor si es canterano, se apodera de la función. No fue el caso. El Partizán no lo permitía, sobrio como un juez, implacable en cada acción.
Cuando su ventaja se estiró hasta los 18 puntos fue momento para agarrarse a la mínima expectativa, que al menos haya emoción, que no me hayan puesto multa, que la derrota sea digna. Para eso había que entrar en el margen de los diez puntos, sólo entonces se puede soñar con lo improbable. Costó mucho. Y cuando se logró se sucedieron los acontecimientos hasta el punto de resultar inasumibles. El primer responsable fue Sergio Rodríguez, agitador y ejecutor. Tal vez, como Benjamin Button, haya dado la vuelta a la esquina y sea cada vez más joven. Le siguió Sergio Llull justo cuando era necesario. Y luego apareció Hezonja, otra mirada melancólica.
Para entonces, el Palacio era el Bernabéu, la misma electricidad, los mismos fantasmas en procesión, el aquelarre activado. Cómo sería el ambiente que frenó a un camión negro con matrícula serbia. Temblaron ellos y se creció el Madrid. El público, yo lo vi, consiguió que el aro escupiera un par de tiros libres del Partizán. Fue así como se giró la historia. Nunca un equipo de Euroliga había remontado un 0-2 y tampoco se recuerda un equipo de baloncesto que ganara un partido siendo básicamente peor. Si el Madrid todo lo puede es porque todo lo cree, o, mejor dicho, porque todo lo hace creíble. Y la gente, por favor, no olvidemos a la gente.