Muchos cambios ha habido en los últimos 30 años en el mundo del fútbol.
Desde los 5 cambios por equipo a las
pausas de hidratación pasando por los descuentos de 10-12 minutos, en cada
parte. Hace tres décadas, todos los jugadores ya estarían inscritos antes de
empezar la liga y el mercado de fichajes ya estaría cerrado.
Pero hay algo que permanece inalterable:
sigue habiendo entrenadores amantes de un futbol paleontológico consistente en darle
relevancia a lo físico, que se olvida del balón y en el que la prioridad es
desquiciar al rival para no dejarle jugar. Le funcionaba a Maguregui entonces y
le funcionó hoy a Bordalás, incluso con su barba pintada a lo rey Gaspar en
cabalgata de barriada. Uno piensa si la
Liga no debería considerar el guardar un minuto de silencio por el fútbol cada
vez que juegue un equipo del Mourinho de Alicante. Y es que se han visto
combates de la UFC con menos manotazos y codazos que los que repartió el Getafe
anoche.
Dicho esto, a nadie podía
sorprenderle el planteamiento de Bordalás, pero sí parece que lo hizo con Xavi.
Porque el juego que desplegó su primer once tampoco ayudó a mejorar la
situación futbolística. El Barça se dedicó durante la primera parte a hacer cientos
de pases previsibles sin velocidad. Nadie arriesgaba. Desaparecido Pedri, el
juego interior era nulo porque Oriol Romeu entraba mucho más en juego que el
recién aterrizado Gündogan. Y Lewandoswki
seguía alargando esa pretemporada que inició desde que terminó el Mundial de
Qatar. Quizá desde allí alcanzó a escuchar los cantos de sirena de Arabia y
se lo esté pensando. El resultado fue
una primera parte de quiero y no puedo blaugrana frente al ni quiero ni puedo
azulón.
La justificación principal: aún
estamos a 13 de Agosto. Y que si este
partido se hubiese jugado hace 30 años, el Barça estaría disputando un intrascendente
partido de pretemporada en Holanda contra el Winschoten. O acaso un Trofeo
Veraniego contra un Vasco da Gama de la vida donde ver a plausibles fichajes
brasileños de cara a la siguiente temporada (no, tampoco había mercado de
invierno).
A buen seguro que entre esos posibles fichajes nunca estaría Raphinha,
porque en esa época para jugar en el Barça no bastaba con haber nacido en
Brasil. Había que tener una gran quelitat
infidual y difaransial. Ahora es suficiente con despuntar ligeramente en un
equipo inglés que lucha por no descender para que el agente de turno haga su
magia. El brasileño, en realidad, con su entrega y su escaso desborde, no hace
nada diferente a lo que hacía en el Leeds. O sí. Esta vez lo hizo. Fue
expulsado por primera vez, fruto de la frustación
bordalasiana. Lejos de solucionar la papeleta a su equipo, se la complicó
aún más.
Poco cambió la situación tras el
descanso. La entrada de Abde apenas dió algo de profundidad ante unos locales, todavía
más cómodos en superioridad numérica. Concentrados
en dejar pasar el tiempo, llegó el único fallo en la Matrix Bordalasiana: Mata,
enfrascado en labores defensivas impropias de él, vio el camino de los
vestuarios antes de tiempo.
Con las fuerzas nuevamente
igualadas, tocó arrebato el banquillo azulgrana y se apostó porque fueran los
chavales los que sacaran las castañas del fuego. Gavi, Yamal y Ansu Fati le
dieron una ilusionante marcha más con la que llegaron las mejores –no muy
claras, eso sí– ocasiones visitantes. En la última de ellas, tras una falta
sobre Araujo en el área, César Soto Grande reclamó su cuota de protagonismo:
hasta tres minutos tardó en darle vueltas a la jugada buscando el cómo y el por
qué sería razonable no pitar el penalti. La supuesta mano de Gavi en el
forcejeo con el defensa que, ya de por sí merecía revisión, fue la coartada
perfecta. Porque pasaran otros 30 años y ni la tecnología del
pasado-presente-futuro podrá contrarrestar a un pésimo árbitro.