El Madrid sacó la cabeza del agujero en el que se metió después de la Supercopa de España: primero con una remontada futbolístico-racial en Copa —después de una primera parte infame— y luego con otra victoria en un partido sólido y sacrificado aderezado con las muestras justas de la calidad diferencial que puso Benzema en Bilbao. El Madrid se pareció poco entre sí en el desarrollo de ambos partidos, aunque el concepto de regeneración y los jugadores de la resurrección en Villarreal y del inicio en San Mamés fueran los mismos.

El Madrid suele culminar más remontadas que el resto porque en su carácter no está lo de pararse a pensar que vuelve a tener algo que perder cuando ha regresado de la muerte. Hay equipos, y la final del Mundial es un buen ejemplo, que siguen viviendo la vida como si no hubieran sido el único superviviente en un accidente de avión. Al Madrid no le pasa eso nunca pero el reto de esta semana era diferente porque a los renegados que habían salido en La Cerámica entre coñas de Twitter y a los Camavinga de la vida se les pedía en San Mamés jugar un partido de fútbol normal, sin la adrenalina que produce un contexto de remontada y sin la paz que supone el que no esperen gran cosa de ti. En una situación opuesta respondieron igual de bien y, leyendo entre líneas a su jefe, me queda la sensación de que estamos en un cruce de caminos en plena temporada.

Más allá de lo folclórico de Ceballos, que sin duda puede ser un jugador utilizable, estos dos partidos y cómo los ha analizado públicamente Ancelotti en términos de personal pueden ser el principio real de una sucesión interna que permita a Carletto sobrevivir a Modric y Kroos en esa fantasía de casi morir en el cargo del Bernabéu. El italiano ha utilizado las últimas ruedas de prensa para mandar mensajes que luego han ido acompañados de hechos en el terreno de juego. Carletto ha estado político en sus comparecencias, manoseando palabras como ‘intocables’ al punto de utilizar esa palabra para jugadores de realidades tan distintas como el propio Ceballos o Kroos. La etiqueta de intocable ha sido adherida estos días al español, al alemán o a Camavinga. Creo que también a Asensio. Y en la misma disertación, y hasta en tres ocasiones antes y después del partido contra el Athletic, Ancelotti ha dicho sin que se lo preguntaran que Kroos y Modric no van a jugar todos los partidos. Del croata, de hecho, hasta hizo saber y recalcó que estaba para jugar, como dejando claro que el hecho de salir de lesión no había influido en su decisión de anoche. Que puso a Ceballos porque quería poner a Ceballos y que dejó a Modric en el banquillo porque quería dejar a Modric en el banquillo. Ancelotti ha usado tanto lo de ‘intocable’ esta semana que lo ha convertido en algo parecido al término ‘fascismo’. Una palabra tan utilizada que ya ha perdido su valor.

Donde más se puede medir el trabajo de Ancelotti y sobre todo su capacidad para dirigir a este grupo de jugadores es en el centro del campo, donde tiene profundidad, versatilidad, calidad, físico y experiencia. El año pasado por estas fechas empezó a asomar este Valverde y quizás ahora estamos en ese punto en el que Camavinga empieza a doblar la esquina. En ese equilibrio entre entrenador, jefe de personal y político con las decisiones del club, Ancelotti siempre ha mantenido una distancia prudencial con el populismo de la gente. Pero seguro que tiene claro que si le da estas muestras al madridismo de lo que puede ser el equipo con esa batería de centrocampistas del futuro que ha reunido, se puede volver en su contra no solo ante la platea si no también ante sus jefes si vuelve a lo que ya no estaba funcionando. 

Aunque Carletto elegirá lo que en su cabeza le dé más opciones de ganar, seguro que sabe que quizás podría sobrevivir a ciertas derrotas apostando por lo nuevo pero no muriendo con lo viejo. El técnico vivió cómodo en ese relato a beneficio de obra que encasillaba a Camavinga como una especie de revulsivo y ya, pero esa narrativa empieza a caer por su propio peso. Volverá Tchouameni y será un reto táctico para el entrenador ver cómo puede calzar a dos que van a dominar esa posición durante una década mientras saca las últimas gotas de talento de Modric y exprime el ultimísimo prime treintañero de Kroos, que seguro que está flirteando con la retirada en su cabeza por un motivo. Un día, hace algunos meses, le preguntaron a Ancelotti si se imaginaba un Nuevo Bernabéu con Haaland y Mbappé, y respondió que él se lo imaginaba con él mismo dirigiendo al Madrid. Ancelotti está actuando de palabra y obra con lo que durante un tiempo se llamó meritocracia, al menos en lo referente al centro del campo, que es donde más tiene para elegir. Cuando todos son intocables es que no hay intocables. A ver si lo respeta o el próximo domingo acaba jugando con “los mismos once cabrones”.

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