De todos los debates en torno a la corrupción continuada y al fraude deportivo que ve la Fiscalía en los pagos del Fútbol Club Barcelona a Enríquez Negreira hay dos que son absolutamente irrelevantes. Si consiguió esos favores que perseguía y qué hubiera ganado o dejado de ganar si no le hubieran transferido siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros durante casi veinte años. Sobre lo primero, y a tenor del saldo arbitral y el funcionamiento de las designaciones y promociones, es fácil pensar que esos pagos tuvieron un retorno tangible en el campo. Y lo segundo, por mucho que Del Bosque salga a la asistencia de sus queridos barcelonistas, es imposible de saber porque cuatro presidentes del Barcelona eligieron la vía de intentar (y parece que conseguir) corromper todo el sistema arbitral.
Si es que lo mismo a la larga el Barcelona hubiera ganado hasta más, especialmente en Europa, donde solo ha tocado pelo —teniendo el mejor equipo con diferencia— en los años de UNICEF. En la anomalía de que el Madrid haya ganado más Champions League que Ligas en los últimos años está también el reverso de que el Barça con Messi se haya llevado muchos más ridículos que títulos. Corrompiendo el sistema se creó un meta-reglamento en el que al Madrid le expulsaron más jugadores propios que rivales, mientras a ellos directamente ni les expulsaban futbolistas ni les pitaban penaltis en contra. Todo con una militancia y colaboración mediática imprescindible que jamás puso el foco en las aberraciones...
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