Cuando Mariano jugaba en el Castilla se puso en manos de una inmobiliaria para buscar casa en Madrid. No le valía una vivienda cualquiera; deseaba una casa digna de una estrella del fútbol, aunque no lo fuera. La anécdota nos habla de alguien más preocupado por el triunfo social que por el deportivo. Sólo quien se da por satisfecho con el estatus alcanzado —ser jugador del Real Madrid, condición indiscutible— es capaz de convertirse en un profesional de la suplencia. Sin inquietudes y sin el mínimo rubor. Parapetado en un contrato de cinco años que termina el 30 de junio, Mariano ha desperdiciado una carrera tan prometedora como los 21 goles que marcó en el Olympique de Lyon. Eso sí, habrá pagado la casa de lujo.

El problema de asumir tan profundamente un papel secundario es la incapacidad para actuar como protagonista las pocas veces que se hace necesario. En Anoeta, Mariano fue la nada elevada a la máxima expresión. Ni siquiera se comportó como el delantero supervitaminado de otras ocasiones. Apenas se dejó ver, como si estuviera perdido. Para encontrar su posición sobre el campo, hubo que devolverle al banquillo, donde por fin se movió como pez en el agua.

Cuando David Silva jugaba en el Valencia, el Real Madrid se interesó en su fichaje. A las conocidas reticencias que plantea cualquier acercamiento madridista, se sumaron esta vez las dudas del potencial comprador. Alguien dio por buenos unos informes que afirmaban que David Silva salía mucho por las noches, razón por la que se desestimó la contratación sin presentar pelea. Cumplidos los 37, Silva fue reconocido como el mejor futbolista del partido entre la Real Sociedad y el Real Madrid, lo que no está nada mal para alguien que tuvo tan agitada vida nocturna.

El Real Madrid perdió su séptimo partido de la temporada porque le falló todo. En primer lugar, Militao. Quien fue defensa implacable, coquetea últimamente con las fuerzas del mal. En esta ocasión regaló el gol a Kubo, que fue compañero y debe ser un muchacho entrañable. Lo hizo con una cesión a ciegas en dirección a la portería propia, un pecado mortal si te llamas defensa y te rapas los parietales. No es cuestión de hacer sangre porque el balance le sigue saliendo positivo, pero preocupa la falta de tensión ante lo que se avecina.  

Militao no fue el único culpable de la derrota, aunque contribuyera decisivamente. El equipo B confirmó que hay jugadores esenciales sin los cuales el equipo pierde personalidad, además de océanos de talento. Sin Benzema y Vinicius, cualquier aspiración ofensiva se limitó a comprar boletos de lotería. Añadamos la expulsión de Carvajal por hablar demasiado ante un árbitro amante de los silencios. 

La diferencia de actitudes era abismal, sino abisal. La Real lucha por consolidar su cuarto puesto y el Madrid no lucha por nada en la Liga, visto que tampoco le preocupa el previsible adelantamiento del Atlético. Desde ese punto de vista no había color. No es lo mismo correr para ganar que para mantenerse en forma. El segundo gol realista, obra de Barrenetxea, fue la perfecta plasmación del nervio de unos y la pachorra de los otros. Y ojo que nada de lo dicho va en demérito de la Real, un gran equipo con un entrenador presidenciable para cualquier gobierno. Se trata solo de constatar un hecho: no es posible tener la cabeza en varios sitios sin perderla.

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