En estos tiempos, referidos al fútbol, se huye de las explicaciones sencillas. No hay razonamientos de valor sin bloques altos o bajos, sin presión tras pérdida o sin retórica pomposa. Sin embargo, en ocasiones, la clave no se escribe con jugó de limón, sino con pintura blanca y brocha gorda. No fue el sistema, fue Rodrygo. No fue la expulsión de Savic, fue el Madrid. Y por supuesto no fue el árbitro, ni el infortunio, ni los fantasmas del estadio, saludos a todos. La diferencia fundamental la estableció el talento, o la imaginación si lo prefieren, que viene a ser lo mismo. Llegados al punto en que los equipos tropezaban uno contra otro, Rodrygo tuvo una idea disparatada: colarse en el área a base de regates. Algo así como atracar un banco a plena luz del día y con la policía aparcada en la puerta. Regatear una vez se ha vuelto infrecuente (excluyo el regate en carrera, que exige más piernas que fantasía), pero encadenar varios regates en un movimiento de avance es como ponerse a hablar en verso endecasílabo. Eso hizo Rodrygo. Aplicó ese regate que con Iniesta se llamó de la croqueta y que permite burlar rivales con el simple gesto de cambiarse la pelota de pie. Rápido, eso sí. Y con un levísimo balanceo corporal que completa el engaño. Lo difícil es salir del trance en condiciones de repetirlo. Y lo que resulta casi imposible, fuera del horario de recreo, es culminar la jugada con un gol tan sencillo como el regate, pim en lugar de pum.
Visto que Rodrygo es capaz de eso, hay que preguntarse si es capaz de todo lo anterior, o si solo es un jugador de perlas cultivadas, lo que tampoco sería en modo alguno despreciable. Él decidió un partido que fue muy del Atlético en la primera mitad y muy madridista en la segunda, y que lo siguió siendo en la prórroga, cuando Savic se disparó al pie y cometió la falta que debía haber evitado. Pero quede claro que para entonces apenas quedaba rastro del equipo que no sólo se había puesto por delante, sino que había sido feliz en el Bernabéu, pocos pueden decir algo así. En este sentido, se comprende mal que Simeone reemplazara a Griezmann, porque era el ideólogo de ese juego de contención y picotazo. Perdió el Atlético con sus cambios (entraron Memphis, Carrasco, Saúl…) lo que ganó el Madrid con los suyos (Ceballos, Asensio, Rodrygo…), revitalizado también por la reubicación de Camavinga como lateral izquierdo, que me perdone Mendy por mis malos pensamientos.
Benzema sentenció un partido en busca de sentencia y confirmó que el Madrid es más en términos de resistencia, confianza y talento.
Es decir, en todo.