Juan Rodríguez Briso

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Tenían los de Xavi el primer match-ball para conquistar la liga y, no solo no lo desaprovecharon, sino que completaron la mejor primera parte del campeonato. El campeón no dio señales de conformismo, ni de falta de concentración, ni de tratar de asegurar los tres puntos. Tras el 1-0 se buscó el segundo. Tras el 2-0 se buscó el tercero. Ni más ni menos que lo que se espera de un equipo grande. No hubo nada de casualidad para el sorprendente buen juego del Barça que, por fin, contara con su alineación de gala y con todos sus jugadores absolutamente descansados. A veces, el fútbol es más fácil de lo que nos quieren hacer ver.

Se podrá argumentar que jugó contra un equipo casi desahuciado. Pero el Barça ha perpetrado varios partidos infames ante equipos similares. Hoy no le dio tregua a un Espanyol que parecía no querer volver a Montjuic la próxima temporada. Aunque sea de visitante. Presa de los nervios ante un casi inminente descenso, los blanquiazules fueron desbordados una y otra vez por los Pedri, De Jong, Raphinha y, sobre todo, Balde. Exhibición del chaval, al que el Barça debe atar sea como sea. Desborde por la banda y asistencia en el primer gol para Robert –el gol llama a su puerta– e intercambio de papeles para rematar a puerta vacía en el segundo. Cuando Raphinha se escapaba por la banda por enésima vez en el partido y Lewangolski hacía el tercero –21 goles para el polaco ya, ninguno de penalti– el partido y la liga quedaban vistos para sentencia.

El descanso y toda la segunda parte, sirvieron para poco más que disfrutar del título y hacer algunas reflexiones. Por ejemplo, que no hace demasiado se dudaba de si este equipo se clasificaría para la Champions. Año y medio y varias palancas después es uno de los campeones más solventes y tempraneros que se recuerdan. También ha quedado claro que el 4-3-3 debe quedar aparcado de momento. Los –no demasiados– partidos en los que el resultado ha ido acompañado de buen juego han sido siempre con Busquets rodeado de tres centrocampistas de alto nivel. Nuevamente, el fútbol es más fácil de lo que nos quieren hacer ver: sin Kessies, ni Sergis Robertos se vive mejor.

El gol de Koundé –el primero en Liga como azulgrana– presagiaba una goleada histórica para hundir aún más al clásico rival. Pero no solo no hicieron sangre los de Xavi sino que comenzaron las celebraciones de manera anticipada y permitieron a los locales sacar algo de orgullo. Dos goles de Puado y Joselu que solo servirán para hacer peligrar el inminente record de Ter Stegen como portero menos goleado en un campeonato. Tal vez haya llegado el momento de darle una oportunidad de 4 partidos a uno de los chavales: se establece un record casi insuperable y se empieza a evaluar si hay futuro bajo los palos. Un win-win de manual.

El final del partido desató los sentimientos: de la euforia azulgrana en la celebración – alguien debería decirle a Araujo que cuando pinte la casa se ponga un gorro– al vandalismo de algunos cafres disfrazados de pericos. Porque a estas alturas debe estar claro que no son aficionados: ni del Espanyol, ni del fútbol. En el debe de la directiva españolista queda el olvidarse poner la señal de “Peligro: Animales Sueltos”. Y un último detalle: en plena rumorología sobre el regreso de Messi aparece un dato que refleja lo gigantesco que resultó el argentino para el Barça: es la primera liga del club en 24 años sin D10S en la plantilla. Leo, vuelve para tu “Last Dance”.  Ya. Ipso-facto. Hoy mejor que mañana.

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