Fue un
Clásico emocionante pero futbolísticamente malo. Algo que no es de
extrañar cuando se ha pasado de partidos donde en ataque se juntaban
Bale-Benzema-Cristiano contra Messi-Suárez-Neymar y hoy el espectador se
frotaba los ojos viendo a Juan Infeliz Felix y a Yerrán contra Ficticius y
Tedigotrigopornollamarterodrigo. Igual de doloroso es ver que dónde una línea
formada por Casesino, Modric y Kroos chocaba contra Busquets, Xavi e Iniesta
ahora trotacochinea Tchouameni junto a los escombros de Modric y Kross frente a
lo (poco) que queda de Gündogan y dos chavales veinteañeros como Gavi y Fermín.
Y fueron los mejores de su equipo. No
hase falta que dises nada más.
Y ya se sabe que en medio de la
mediocridad, la pegada se suele imponer. Algo que ha caracterizado la
historia blanca. Es verdad que el Barça fue mejor, o esa sensación dio, durante
65 minutos. Siempre quedará la duda de si el Madrid se dejó controlar a
sabiendas de su manifiesta superioridad física en el último tercio del partido.
Pero hasta entonces, los azulgrana controlaron con cierta comodidad el juego, marcaron
un gol –con la generosa colaboración de Alabimbombám– y sumaron dos remates al
palo por parte de Fermín e Íñigo Martínez.
Pero hay algo que todos los rivales que se enfrentan al Madrid
saben: los momentos clave de estos partidos contra los blancos son aquellos en
los que, con el marcador a favor, tienes una ocasión clara y la mandas al palo.
O el guardameta hace la parada de su vida. No se sabe exactamente el porqué. Pero es justo en ese instante cuando el
partido se empieza a poner con muchas opciones de perderlo.
Si a ese extraño fenómeno se le suma el bajón/subidón físico azulgrana/madridista,
a nadie le extrañó que en casi el primer tiro a puerta empatase el Madrid. Por
supuesto, no le hizo falta una jugada elaborada. Ni un balón colgado a la olla.
Ni siquiera un contraataque. Bastó un disparo potente desde fuera del área en
el que Ter Stegen zubizarreteó en
demasía. Pudo y debió hacer bastante más el alemán. Fue el principio del fin.
Los
cambios de Xavi, al contrario que su planteamiento inicial, terminaron de empeorar
a su equipo: Kalboriol confirmó
por enésima vez que no pertenece a la élite del fútbol. Lewandowski, que aún no
ha vuelto (desde el Mundial de Qatar). Y Lamine el Chaval que… sigue teniendo
16 años. Olió la sangre el Madrid y volvió a tirar de sus galones históricos.
Cuando en el descuento, quien más quien menos, firmaba el empate, un fallido
intento de control de Modric se convertía, sin querer, en una asistencia para
el bendecido Empujelingan, acaso poseído en este inicio de temporada por el
virus SalvaBallesta2000 o DaniGüiza2008: todo lo que toca entra. Dos goles que
provocaron una judida derrota. La primera de la temporada.