Periódicamente el estreno de una nueva entrega de la saga Diablo ha terminado convirtiéndose en todo un acontecimiento. Es así de sencillo pese a unos inicios más humildes. Este título de acción RPG se ha ganado a pulso un interés inusitado por unos valores de producción y una capacidad de adicción que merece ser digna de estudio.
No obstante, Activision Blizzard no ha estado todo lo afortunada que debiera (sí, estoy hablando de ti, Diablo Immortal) y tras una década transcurrida desde su tercer capítulo numerado, Diablo 4 ha llegado a nuestros hogares con intención de acabar con nuestra vida social. Procedemos a daros nuestras impresiones sobre si va por buen camino o no.
La historia del juego se desarrolla 50 años después de los sucesos de Reaper of Souls, la expansión de Diablo 3, cuando el arcángel Malthael aniquiló a la mitad de la población de Santuario. Desde entonces el mundo ha cambiado bastante y el paso de los años ha traído vacíos de poder que han aprovechado diferentes facciones, mientras que los antiguos héroes, así como la orden de los Horadrim, se han perdido en la memoria. En este momento frágil vuelven Inarius y Lilith, creadores de Santuario y unos actores que quizás cambien el orden de este mundo no precisamente para beneficio de la humanidad.
Gracias a la rica historia producto de tres décadas de títulos, se ha establecido que antes de la creación de Santuario los Altos Cielos y los Infiernos Abrasadores libraban una guerra interminable: el Conflicto Eterno. Cansados de esa lucha inútil, Inarius y Lilith crearon Santuario y de la unión de los ángeles y los demonios aparecieron los Nephalem, cuya existencia separó a los padres de Santuario. Inarius quería eliminar a los Nephalem y Lilith usarlos para enfrentarse a los Altos Cielos y los Infiernos Abrasadores. La última vez que se encontraron, Inarius desterró a Lilith, mientras que el arcángel terminó en manos de Mephisto, padre de Lilith, para ser torturado.
Ahora tanto Inarius como Lilith han vuelto a Santuario y la humanidad está atrapada entre el cielo y el infierno, que intentan influir en ella cada uno a su manera. Al poco de iniciar la campaña, los jugadores se encontrarán con Lorath Nahr, un viejo conocido que les pedirá ni más ni menos que salven el mundo de Santuario. Durante este viaje se encontrarán caras conocidas y personajes nuevos, incluyendo a Prava, que dirige la Catedral de la Luz, una facción militar liderada por Inarius que ha causado tanto bien como males necesarios. Los jugadores decidirán qué opinan de estas acciones y el camino a seguir.
En este sentido, nos hemos encontrado con que la premisa de los creadores se ha cumplido, esto es, la presentación de una historia mucho más oscura que nos hace pensar en aquella mítica segunda entrega y unos personajes que son mucho más de lo que aparentan a primera vista gracias a una gran escritura de los mismos y sus motivaciones. Esa infinidad de matices de grises que tiene en Lilith como gran valedora y hallazgo de Diablo 4 pese a no poner nombre al propio título. Será interesante ver el camino que se sigue en posteriores lanzamientos y en las expansiones que van a complementar este juego.
Como argumento preliminar de una aventura que nos va a llevar completarla en torno a las 30 horas en su campaña y que se puede multiplicar exponencialmente en un terreno que abordaremos más adelante, aquí a lo que se viene es a eliminar miles de millones de demonios y obtener botín para ser más fuerte y derrotar a más demonios. Sencillo, pero efectivo. Para ello vamos a poder escoger entre cinco clases clásicas del género como son el Bárbaro, el Druida, el Nigromante, el Pícaro y el Hechicero en versiones masculina y femenina unidos a un mejorado sistema de personalización de los héroes.
Aunque como es lógico no hemos podido profundizar tanto como nos gustaría en todos ellos, lo cierto es que nuestras experiencias en las artes mágicas, cuerpo a cuerpo o distancia se sienten muy bien gracias a una soberbia concepción de las clases y su potencial evolución, fomentando unas ‘builds’ altamente flexibles y que invitan a la experimentación gracias a un sistema de reinicio de las habilidades que nos permiten probar sin riesgo a equívocos que luego lamentemos. En esencia, una maravilla.
No obstante, el aspecto más importante del juego será el endgame una vez que superemos la campaña pese a que la mayoría de los jugadores no van a explotarlo hasta la saciedad para elevar a nuestro personaje hasta nivel 100 con el consiguiente y desbordante equipo legendario. Ya en sea en solitario o en grupos de cuatro, los héroes podrán explorar los distintos niveles del mundo de Santuario, lo que todos conocemos como Tormentos, y actividades que van desde las mazmorras de piedra angular y Mazmorras de Pesadilla hasta diversas actividades que incluyen eventos de todo tipo. Santuario también cuenta con zonas PvP (jugador contra jugador) como son los Campos de Odio que nos reportan grandes recompensas y donde la muerte es permanente para los personajes que apuestan por la versión Incondicional.
Otro de los pilares de Diablo 4 que acompañan al contenido endgame es el sistema de leyenda. Esta novedad añade más profundidad, personalización y opciones para ajustar el estilo de juego, y el Códice de poder, lugar donde se almacenan los Aspectos que aparecen en las mazmorras. Estos Aspectos tienen efectos legendarios y se pueden añadir a un objeto para que sea más poderoso. A todo esto hay que sumarle la artesanía para modificar objetos.
Por último y a falta de las futuras expansiones, otro bastión de la experiencia posterior al lanzamiento de Diablo 4 serán las temporadas, desbloqueadas desde el primer momento si disponemos de las versiones Deluxe o Ultimate. Blizzard las describe como “lanzamientos trimestrales que aportarán características de juego adicionales, tramas (con caras nuevas y conocidas), pases de batalla, objetos legendarios, cambios de equilibrio para las clases, mejoras prácticas y mucho más”. La idea es introducir conceptos e ideas nuevas cuya valoración habrá que hacer en su momento. La primera temporada comenzará a mediados o finales de julio y para participar en ella será necesario haber completado la campaña y hará que el juego siga siendo igual de atractivo desafiando el paso del tiempo.
Según se cuenta, completar el pase de batalla ocupará unas 80 horas, mientras que la temporada a la que se asociará cada uno de ellos será más ambiciosa que la de Diablo 3 y durará unos tres meses. Asimismo, en cada temporada los jugadores empezarán con un personaje nuevo que subirán del nivel 1 al 100, a la vez que avanzan por el pase de batalla consiguiendo “favor” participando en actividades endgame y completando objetivos del diario de temporada. En resumen, una cantidad tan enorme de contenido que nos abruma y encanta a partes iguales.
Se puede afirmar con rotundidad que Activision Blizzard se ha reconciliado con su base de seguidores gracias a uno de los mejores lanzamientos que se recuerdan como es Diablo 4. Enmendando pecados del pasado, lo cierto es que el estudio ha vuelto por sus fueros con una historia oscura y madura que complementa un rico universo que afronta un futuro de lo más esperanzador.
No sólo es el hecho de lo accesible que es para los noveles de la franquicia sino que los acérrimos seguidores deben estar de enhorabuena por una cantidad de contenido en el endgame que no es que amenace nuestra vida social sino que la pone en serio peligro por una magnética capacidad de sugestión que nos exige ir más allá para conseguir el objeto definitorio. En esencia, Diablo 4 es el regreso del rey de los RPG de acción por la puerta grande y uno de los mejores títulos de todo el 2023.